18 de octubre de 2008

XXIX DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 22,15-21. Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?". Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".
EL IMPUESTO AL CESAR
¿Está permitido o no pagar el impuesto al César?, preguntan con mala intención los fariseos a Jesús, buscando descalificarlo y acusarlo. Él, no cae en la trampa y observando una de las monedas con las que se pagaba el impuesto a los romanos -en una de cuyas caras estaba grabado el rostro del César-, les respondió con la frase que ya todos conocemos: “...den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Según el evangelio (Mt. 22,15-21), los fariseos se sorprendieron con la respuesta, lo dejaron y se fueron. La pregunta está hecha en el contexto de la ocupación de Palestina por parte del imperio romano. En esa situación, los judíos eran obligados a pagar un fuerte impuesto, aun cuando sus convicciones de fe en Yahvé, como el único Dios, les obligaban a pagar en beneficio de las necesidades del pueblo judío, sólo lo que mandaba la Ley de Moisés. Este impuesto, era exigido por el imperio romano en su afán por enriquecerse. Por esto, la pregunta de los fariseos es tramposa, porque si Jesús respondía negativamente, entonces lo acusaban de estar en contra del César, y si respondía afirmativamente, entonces lo acusaban de ser infiel a Yahvé, por considerar lícito un impuesto para una potencia que además de ser opresora, era pagana, pues no creía en Yahvé el único Dios. La respuesta de Jesús, nos invita a considerar en nuestra vida, la dimensión cívica, política y económica , como un plano distinto, aunque no opuesto, al de la dimensión religiosa. Son dos planos que a veces se nos confunden, llevándonos a banalizar nuestra fe, o a sacralizar y moralizar la dimensión social de nuestra vida, imponiendo a todos mis convicciones de fe. Para nosotros hoy, en un contexto democrático, el Cesar representa metafóricamente la dimensión legal, civil de nuestra vida, dentro de la cual participa una pluralidad de personas con mentalidad y convicciones distintas. Entre esas personas también estamos quienes somos cristianos católicos, con nuestros derechos y deberes de responder en el plano civil, de acuerdo a lo que corresponde a este ámbito de nuestra vida. Podemos no estar de acuerdo con algunas leyes, criticarlas con fundamento y en la medida de lo posible no hacer uso de ellas. Pero hemos de respetar a quienes desde otros parámetros y orientaciones religiosas tienen otra mentalidad. Eso no significa, que por nuestra convicción, no podamos ser coherentes con nuestros principios, y aquí es donde lo que le corresponde a Dios, tenemos que entregárselo quienes somos por opción cristianos católicos, pero no podemos exigir coherencia con nuestra fe católica, a quienes tienen otras opciones religiosas, o a quienes por convicción no las tienen. Fr. Miguel Angel Ríos op.

12 de octubre de 2008

XVIII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 22,1-14. Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".
LA DIMENSIÓN FESTIVA DE LA VIDA.
La vida es como una invitación a una fiesta de bodas; y a través de todo lo bueno que nos va aconteciendo, podemos atisbar la plenitud que alcanza en lo que Jesús llama el Reino de Dios. De esto nos habla la parábola del evangelio de hoy ( Mt.22,1-14). Con la imagen de un banquete de bodas, Jesús nos dice que la vida alcanza su plenitud cuando las personas aprenden a tratarse con amor y con fidelidad. Si observamos el relato, veremos que las personas invitadas al banquete, se excusaron de asistir, aduciendo razones de trabajo por estar muy ocupados en sus negocios. Esta situación se da a menudo en la vida de todos nosotros. ¿Cuántas veces no nos ha sucedido que le damos prioridad absoluta al trabajo, y decimos “no tengo tiempo, tengo muchas cosas que hacer”, en vez de darnos un espacio de encuentro y conversación con nuestros seres queridos, para cultivar relaciones familiares y estar juntos sin otra razón que la de querer disfrutar de la calidez de un encuentro gratuito?. El banquete es una metáfora de la alegría y la dimensión festiva de la vida que debiera darse en todos nosotros, pero a veces somos como los personajes de la parábola que al rechazar la invitación a la fiesta, rechazan la invitación a vivir una vida más plena, abierta al crecimiento no solo de las destrezas funcionales de un oficio o profesión, sino sobre todo abierta al crecimiento de la capacidad de amar, valorar, sentir, confiar y compartir. Esto es vivir. Todo lo que hagamos por cultivar este tipo de espacios en nuestra vida, anticipa el banquete del Reino al que alude la parábola. Si aún no hemos encontrado un ritmo de vida equilibrado, para no deshumanizarnos como personas ni desvanecer nuestras convicciones de fe, entonces, es tal vez el momento de pararnos en una esquina de la vida, y disponer nuestro oído, para escuchar la voz de ese rey que es el Señor, y que como el de la parábola, no quiere privar a nadie de la posibilidad de vivir en alegría y ser feliz, celebrando todo lo bueno que nos brinda la vida. Por eso, ante el peligro de que los ídolos de este mundo nos maten el alma, acerquémonos a Jesús que nos acoge y nos llama a cultivar entre nosotros la dimensión festiva de la vida, para vivirla en alegría. Fr. Miguel Angel Ríos op.