16 de agosto de 2008

XX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 15,21-28. Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!". Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!". Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.
¡MUJER QUÉ GRANDE ES TU FE!
El Evangelio de este Domingo (Mt.15,21-28), escrito en el contexto de la primera comunidad cristiana, pone en boca de Jesús lo que pensaban los primeros cristianos provenientes del judaísmo. Por eso, Jesús aparece con rasgos de pensamiento nacionalista, indiferente, y hasta podríamos pensar despreciativo, frente a la súplica de una mujer que no pertenece al pueblo de Israel, una cananea que tiene una hija poseída por un mal espíritu. Es una extranjera desde todo punto de vista: geográfico, recial y religioso, pues no comparte la fe institucional del pueblo de Israel. Pero esta mujer, a pesar de las condiciones en las que la sociedad de su época y la mentalidad de los primeros cristianos la sitúa, no cesa de gritar insistentemente, pidiéndole a Jesús que haga algo por su hija enferma. El Señor no puede hacer caso omiso de sus gritos, le presta atención, y queda admirado de su gran fe. En seguida le concede lo que le pide.
Esta mujer cananea, nos da ejemplo al buscar la acción de Jesús motivada por el amor a su hija y por la convicción de que el Señor puede hacer algo por la vida de ella. Así también Jesús puede actuar en nosotros restableciéndonos la salud integral de nuestra vida. También esta mujer es un ejemplo de esperanza, al insistir pediendo a gritos la ayuda del Señor para su hija a pesar de que Él no le responde de inmediato. La cananea, es también ejemplo de humildad, al asumir la realidad de ser tratada como una extraña, pero sin que esto le impida acercarse a Jesús y pedirle lo que necesita con dignidad y respeto.
Este episodio nos muestra que la Buena Nueva del Reino no solo está destinada para un grupo de personas con una determinada condición, sino que es un regalo destinado a todo aquel que quiera acogerlo con fe en el Señor. Ante el Señor somos todos iguales, con la misma dignidad. La única condición para pertenecer a la comunidad cristiana, es tener fe en Jesucristo. Y este es también un criterio de crecimiento de la calidad de vida no solo de una comunidad cristiana, sino de la de cualquier grupo humano. ¿Cómo anda nuestra fe? ¿Cómo anda nuestra capacidad de confianza mutua?.
Crecemos en dignidad y calidad de vida, no cuando absolutizamos en forma fanática e intransigente normas, principios doctrinales o prejuicios morales excluyentes, sino cuando nos abrimos al misterio de la vida humana desde el amor, para tratarnos y sentirnos como hermanos por sobre todas nuestras diferencias.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

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