29 de noviembre de 2008
I DOMINGO ADVIENTO
15 de noviembre de 2008
XXXIII DOMINGO ORDINARIO
7 de noviembre de 2008
XXXII DOMINGO ORDINARIO
18 de octubre de 2008
XXIX DOMINGO ORDINARIO
12 de octubre de 2008
XVIII DOMINGO ORDINARIO
30 de septiembre de 2008
XXVII DOMINGO ORDINARIO
Evangelio según San Mateo 21,33-43. Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?". Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos".
"LA VIÑA DEL SEÑOR". Hoy nos encontramos con la parábola de los viñadores asesinos (Mt.21,33-46). Por medio de ella, Jesús denuncia el clima hostil en su contra, provocado por los sacerdotes y fariseos que planificaban matarlo. El relato se hilvana a partir de un hombre que decide plantar una viña, cuidándola con todo esmero. Cultivar una viña exige un cuidado especial, permanente y casi exclusivo. Por lo mismo quien cuida una viña con esmero, espera un resultado proporcional a sus sacrificios respecto a los frutos a obtener. Jesús toma este trabajo como un símbolo de lo que es la comunidad cristiana y el Reino de Dios. Por la misma razón, antes de Jesús, los profetas compararon al pueblo de Dios con una viña y a Dios con el dueño de una viña. Con el mismo esmero con que trata un viñador a su viña, así también trata Dios a su pueblo, esperando recoger en capacidad de amor y fidelidad los frutos de su cuidado. Hoy día la viña somos nosotros, y nuestro dueño es el Señor que nos trata con todo el esmero y el cariño necesario para que produzcamos frutos de alegría, justicia, perdón, y amor. El sentido de nuestra vida es trabajar para producir y cuidar estos frutos de modo que ellos alimenten la capacidad de amar y ser justos con todos. Desde esta perspectiva, la imagen de la viña es una imagen simbólica de la vida de todo grupo humano y puede aplicarse en sentido amplio a toda sociedad que se plantea la vida en clave de amor, servicio y solidaridad. Se trata de la vida vivida en clave de don y de entrega. Siendo nuestra vida como una viña con capacidad de dar buen fruto, es oportuno a la luz de esta parábola del Señor, revisar las motivaciones y la calidad de nuestra convivencia en la viña que es mi familia, en la viña que es nuestro país. ¿Con qué intenciones trabajo? ¿Para quién trabajo?. Si lo hago solo para mí y sólo para tener más dinero, a lo mejor sacrifico la vida de quienes están en mi entorno social y familiar y me estoy pareciendo a esos viñadores de la parábola que buscaban quedarse con la herencia material, aunque fuera a costa de la vida de otros trabajadores y hasta del hijo del propietario de la viña. De este modo no sólo deterioramos la vida humana, sino que también nos alejamos de la vida en Dios. El fruto del trabajo en familia y en sociedad nos pertenece a todos. De ahí la importancia del respeto por el bien común. Este es el rostro de esa dimensión trascendente en todo grupo humano, a través del cual quienes somos cristianos podemos descubrir a Dios, el dueño de la viña que es nuestra vida. Fr. Miguel Angel Ríos op.
21 de septiembre de 2008
XXV DOMINGO ORDINARIO.
LOS OBREROS DE LA ÚLTIMA HORA. Hoy el evangelio nos presenta la parábola de los obreros que habiendo sido contratados solo al final de la jornada, recibieron igual paga que los que habían trabajado la jornada entera (Mt.20,1-16). A primera vista, según los criterios humanos, parece injusto que los que trabajaron más horas no reciban una paga superior. Esta es la mentalidad representada por los obreros que en el relato, reclaman al patrón la aparente injusticia al no pagarles más que a los que trabajaron solo una parte de la jornada. El patrón, dueño de la viña, hace ver entonces a los jornaleros, que no está siendo injusto, puesto que en cuanto al dinero a pagarles, está respetando el trato que hizo con ellos al momento de iniciar la jornada. Lo acordado fue la cantidad de dinero necesaria para cubrir los gastos del día; es decir, les pagó lo necesario para poder vivir un día; en ese sentido es un pago justo. Precisamente lo central del mensaje de la parábola está contenido en la desigualdad de horas de trabajo entre los obreros y el pago de la misma cantidad de dinero para todos sin tomar en cuenta que unos obreros trabajaron mayor cantidad de horas que otros. El criterio de justicia empleado por el dueño de la viña para pagar el trabajo, no fue solo el de la cantidad de horas trabajadas, ni tampoco sólo el de la calidad del trabajo realizado, sino el criterio de lo necesario para vivir. En ese sentido el personaje de la parábola en su rol de patrón, es justo, porque aunque los últimos obreros contratados no trabajaron toda la jornada, les pagó el jornal necesario para vivir un día completo. Pagarles menos era dejarlos en una situación de carencia de lo necesario para vivir un día. Pero el alcance de la actitud del patrón de la parábola va más allá, porque refleja una justicia basada no sólo en los criterios y leyes humanas, sino una justicia basada en el amor. Es así como el personaje del patrón, refleja la actitud de Dios que actúa con justicia, porque actúa con amor por los que están más necesitados, como pueden ser, por ejemplo, todas las personas que carecen de una fuente de trabajo. Para los obreros que habiendo salido a buscar trabajo no lo encontraron sino al final del día, la paga de un jornal completo significa el fruto del esfuerzo por buscar trabajo estando parados la mayor parte del día. La paga de una jornal completo, es también el fruto de la actitud solidaria de un patrón justo, sensible a las necesidades de los sin trabajo. La paga de un jornal completo, representan también en el relato, el fruto de la acción de Dios, que actuando siempre con justicia y amor, le da a la vida de todo ser humano, una dimensión de gratuidad y bendición, al regalarnos lo necesario para vivir, sobre todo cuando a pesar de nuestros esfuerzos, topamos con nuestros límites humanos, sin poder producir por nuestros propios medios todo lo que necesitamos para la vida. Siempre actual, el mensaje de esta parábola pone de nuevo sobre el tapete de nuestra vida, el tema del salario mínimo ético y la necesidad de cultivar un sentido de justicia que vaya más allá del cumplimiento de normas, para llegar a un sentido de justicia motivado por amor a la vida y las personas. Así la solidaridad nos permite vivenciar en situaciones de carencia y pobreza la dimensión de gratuidad de la vida, en la cual se manifiesta el amor, la justicia y la solidaridad de Dios con nosotros. Fr. Miguel Angel Ríos op.
XXIV DOMINGO ORDINARIO
XXIII DOMINGO ORDINARIO
30 de agosto de 2008
XXII DOMINGO ORDINARIO
¿DE QUÉ SIRVE GANAR EL MUNDO ENTERO SI SE PIERDE LA VIDA? De qué le sirve la hombre ganar el mundo entero si él mismo se pierde?.(Mt.16,21-27). Es la pregunta que Jesús plantea a sus discípulos después de anunciarles que va a sufrir mucho por causa de los poderosos de su tiempo. Jesús comprende que su Pasión forma parte de la misión que le ha encomendado Dios Padre. El sufrimiento, el dolor y la muerte, se transforman en camino de redención, sólo si son asumidos por la plenitud de vida en el amor que nos trae Jesús Mesías. Pero Pedro, al igual que muchos de nosotros hoy, no percibe el alcance de las Palabras del Señor y rechaza la Pasión de su Maestro, porque no comprende su valor fecundo. La pregunta de Jesús es de actualidad para nosotros, inmersos en una cultura que evade y oculta el sufrimiento, el dolor y la muerte. Hoy los que cuentan socialmente son las mujeres y los hombres triunfadores en los negocios, la universidad, la vida social, el deporte y tantas otras áreas de la vida. Imponen su presencia sobre el resto de las personas, quienes hablan fuerte y golpean duro. Los modelos de felicidad de nuestra sociedad actual se identifican con quienes ocupan los primeros puestos. Se nos ofrecen muchas cosas, creyendo ilusoriamente que al poseer el mundo vamos a descubrir la clave de la vida. La competencia para triunfar y sobresalir hoy día es dura e inhumana. Se lucha y se sufre a cualquier precio para lograr metas de superación en ventas, en eficiencia laboral y profesional. Y todo esto ¿para qué?. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?. Los ritmos de trabajo agobian a las personas en su vida personal y social, perdiendo su sentido como medio para vivir y transformándose en finalidad de vida. Hay en esta situación sufrimientos que nos destruyen, haciéndonos perder el horizonte de la vida y la libertad. Jesús nos invita a descubrir sufrimientos que fortalecen nuestra vida. Son aquellos por causa del amor, cuando luchamos por ser fieles, honestos, justos, solidarios, tolerantes. Por todo esto, viene al caso que nos hagamos la pregunta de Jesús: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su vida?. Jesús nos invita con sencillez a tener la valentía de jugarnos por algo que en verdad no nos deje vacíos: Dar la vida por amor, aunque eso duela. Fr. Miguel Ángel Ríos op.