29 de noviembre de 2008

I DOMINGO ADVIENTO

Evangelio según San Marcos 13,33-37. Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
JESÚS LLAMA A ESTAR VIGILANTES Y DESPIERTOS.
Hoy el Evangelio (Mc. 13,33-27), nos presenta a Jesús exhortando a estar vigilantes y despiertos, para acoger la presencia del Reino de Dios, que se manifiesta en medio de las situaciones de adversidad y peligro para la vida humana. En el contexto de la época de Jesús, los peligros y las tensiones estaban dados por los conflictos que Jesús y sus discípulos debieron asumir al entrar en confrontación con los fariseos, y las autoridades judías y romanas, por causa del mensaje del Reino. En el contexto de la comunidad a la cual Marcos escribe su evangelio, los peligros y las tensiones, se produjeron por las persecuciones que las primeras comunidades cristianas sufrieron después de la Resurrección de Jesucristo. En el contexto actual de nuestra vida, también vivimos sometidos a tensiones, angustias, miedos y peligros, generados por el estilo de vida que nuestra cultura actual nos impone. Nuestro peligroso perseguidor, es el dinero y el consumismo, en función del cual gira todo, despertando en el público el afán por comprar y comprar y en algunos deshonestos, el afán por el robo y la violencia extrema. Las empresas de vigilancia y de venta de alarmas, se presentan como una alternativa de solución para la inseguridad y el miedo. Hablar hoy de estar vigilantes y despiertos se identifica negativamente con el peligro de situaciones que dañan la vida. Cuando Jesús nos exhorta a estar vigilantes y despiertos, nos llama a descubrir que no solo hay que estar atento con los cinco sentidos para protegerse de los riesgos y peligros que pueden acecharnos, sino que también la actitud de vigilancia y lucidez, es un muy buen instrumento para percibir la realidad de bondad que la vida nos entrega en el sinnúmero de cosas buenas que tantas personas realizan motivadas por el sano afán de vivir por amor, de cuidar la paz y cultivar la solidaridad con los más pobres y con los que sufren. En este tipo de personas y situaciones podemos encontrarnos de manera inesperada con la presencia del Reino de Dios entre nosotros, no de manera plena todavía, pero en crecimiento. Lo más importante al iniciar hoy el tiempo de Adviento, es que estando atentos a los signos de bondad, podamos crecer en capacidad de confianza y esperanza para vivir la vida, superando el miedo, la desconfianza y el individualismo en el que nos entrampa el estilo de vida actual. Fr. Miguel Angel Ríos op.

15 de noviembre de 2008

XXXIII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 25,14-30. El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.
PRODUCIR RIQUEZA.

La parábola de los Talentos (Mt.25,14-30) toma en cuenta las riquezas materiales, en las que reina la genialidad y el poder humano, para hablarnos de otro tipo de riquezas, en las que reina Dios con todo su poder al servicio del amor y de la vida de todos nosotros, sus hijos. La propuesta de Jesús es poner la genialidad humana al servicio de esta riqueza de Dios para que enriquezcamos no solo el bolsillo, sino nuestra calidad de vida. Se trata de un propietario que al viajar lejos, dejó encargada su fortuna a sus servidores. A cada uno le entregó una parte en proporción a su capacidad para hacerla producir. Al volver el propietario, cada empleado le entregó el doble de las riquezas que le había dejado. Pero uno de ellos, se asustó, y con el afán de cuidar la parte que se le había encomendado, fue y la escondió. Al no negociar con ella, la riqueza no aumentó. El amo al llegar, consideró que este era un mal servidor; le quitó lo que le había confiado, y se lo entregó al que había dado muestras de mayor habilidad en la gestión de los capitales. Con este relato, Jesús quiere llevarnos al terreno de la riqueza y los talentos que son nuestras capacidades personales. Con la misma habilidad con que manejamos el dinero y los bienes materiales, así también hemos de cuidar y hacer producir la riqueza y los talentos que son nuestras cualidades, poniéndolas al servicio del amor y la vida de las personas. Con nuestras cualidades personales, sucede como con el manejo del dinero: Cuando por miedo e inseguridad no las ocupamos para servir, se atrofian, pierden su valor. Actualmente la violencia y el afán por proteger y cuidar la riqueza material, nos han llevado a vivir en un ambiente invadido por el miedo y la inseguridad. Mientras más riqueza material, sistemas de seguridad y alarmas tenemos, más inseguros y expuestos estamos, porque la verdadera riqueza y seguridad que es nuestra capacidad de amar, confiar, y vivir honestamente y en paz, la hemos escondido hasta el punto de perder la sensibilidad para valorarla en su justa medida como la única y verdadera riqueza que le da sentido a todos los demás tipos de riqueza. Arriesgarnos solamente por producir riqueza material, puede llevarnos a morir en vida. Arriesgarnos por crecer en el amor, nos llevará siempre a una vida más plena en fecundidad y confiabilidad en todo sentido. Fr. Miguel Angel Ríos op.

7 de noviembre de 2008

XXXII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Juan 2,13-22. Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
LIMPIAR LA CASA Y CENTRAR EL CORAZÓN La actual crisis en el ámbito ecológico, ha hecho poco a poco, que todos tomemos conciencia de lo importante que es cuidar el medio ambiente y la vida en todas sus formas. En el campo de la política internacional, el resultado de las recientes elecciones en el país más poderoso de este mundo, han abierto una perspectiva de esperanza respecto a una forma más humana y justa de ejercer el poder, para que sea realmente un servicio a la vida humana y a la unidad de la sociedad integrada por todas las naciones de la tierra. Pareciera que el corazón de la humanidad, en medio de tantas contradicciones y desorientaciones, da signos de querer enmendar rumbos. Desde la perspectiva de la fe cristiana, el inicio del mes de María nos recuerda, mirando el ejemplo de la madre de Jesucristo, que nuestro corazón se renueva verdaderamente y enmienda rumbos, cuando se abre diciendo si a la vida y al amor, en su dimensión humana como tarea a realizar, y en su dimensión divina como regalo que acogemos, escuchando la voz del Señor en nuestro interior. En la época de Jesús, también el corazón de la sociedad en la que él vivió se encontraba desorientado, sumido en ambiciones y abusos de poder, con instituciones que funcionaban mal y que habían perdido su sentido por estar corruptas. Uno de los signos más evidentes de esta crisis era la situación del templo de Jerusalén, que debiendo ser el signo de la presencia de Dios en el corazón de su pueblo, había sido convertido en un mercado y lugar de negocios fraudulentos. También en esa época hubo gente conciente que luchó por una sociedad más justa y honesta y por eso Jesús, realizando un gesto profético, expulsó del templo a los mercaderes recordándoles que ese lugar era la casa de su Padre Dios. Este episodio relatado en el evangelio de hoy (Jn. 2, 13-22), alcanza toda su profundidad cuando Jesús, hablando de reconstruir el templo en tres días, se refiere a su Resurrección y al santuario que es su cuerpo. Bajo la luz de la Resurrección del Señor y su presencia en el Espíritu Santo, el nuevo templo en el que él habita es la comunidad convocada por su palabra y la persona de cada una y cada uno de los que componen la comunidad que escucha y vive su Palabra. El mensaje del evangelio de hoy, nos invita a reorientar nuestra vida y a renovarla personal, comunitaria y socialmente, no solo modificando o variando aspectos superficiales, sino renovándonos y reorientándonos en lo sustancial del sentido de nuestra existencia, que tiene que ver con ordenar nuestra “casa” comenzando por sacar de nuestro corazón todo lo que nos impide centrarnos en el amor, el servicio, la justicia, la verdad y la paz. Fr. Miguel Angel Ríos op.

18 de octubre de 2008

XXIX DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 22,15-21. Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?". Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".
EL IMPUESTO AL CESAR
¿Está permitido o no pagar el impuesto al César?, preguntan con mala intención los fariseos a Jesús, buscando descalificarlo y acusarlo. Él, no cae en la trampa y observando una de las monedas con las que se pagaba el impuesto a los romanos -en una de cuyas caras estaba grabado el rostro del César-, les respondió con la frase que ya todos conocemos: “...den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Según el evangelio (Mt. 22,15-21), los fariseos se sorprendieron con la respuesta, lo dejaron y se fueron. La pregunta está hecha en el contexto de la ocupación de Palestina por parte del imperio romano. En esa situación, los judíos eran obligados a pagar un fuerte impuesto, aun cuando sus convicciones de fe en Yahvé, como el único Dios, les obligaban a pagar en beneficio de las necesidades del pueblo judío, sólo lo que mandaba la Ley de Moisés. Este impuesto, era exigido por el imperio romano en su afán por enriquecerse. Por esto, la pregunta de los fariseos es tramposa, porque si Jesús respondía negativamente, entonces lo acusaban de estar en contra del César, y si respondía afirmativamente, entonces lo acusaban de ser infiel a Yahvé, por considerar lícito un impuesto para una potencia que además de ser opresora, era pagana, pues no creía en Yahvé el único Dios. La respuesta de Jesús, nos invita a considerar en nuestra vida, la dimensión cívica, política y económica , como un plano distinto, aunque no opuesto, al de la dimensión religiosa. Son dos planos que a veces se nos confunden, llevándonos a banalizar nuestra fe, o a sacralizar y moralizar la dimensión social de nuestra vida, imponiendo a todos mis convicciones de fe. Para nosotros hoy, en un contexto democrático, el Cesar representa metafóricamente la dimensión legal, civil de nuestra vida, dentro de la cual participa una pluralidad de personas con mentalidad y convicciones distintas. Entre esas personas también estamos quienes somos cristianos católicos, con nuestros derechos y deberes de responder en el plano civil, de acuerdo a lo que corresponde a este ámbito de nuestra vida. Podemos no estar de acuerdo con algunas leyes, criticarlas con fundamento y en la medida de lo posible no hacer uso de ellas. Pero hemos de respetar a quienes desde otros parámetros y orientaciones religiosas tienen otra mentalidad. Eso no significa, que por nuestra convicción, no podamos ser coherentes con nuestros principios, y aquí es donde lo que le corresponde a Dios, tenemos que entregárselo quienes somos por opción cristianos católicos, pero no podemos exigir coherencia con nuestra fe católica, a quienes tienen otras opciones religiosas, o a quienes por convicción no las tienen. Fr. Miguel Angel Ríos op.

12 de octubre de 2008

XVIII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 22,1-14. Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".
LA DIMENSIÓN FESTIVA DE LA VIDA.
La vida es como una invitación a una fiesta de bodas; y a través de todo lo bueno que nos va aconteciendo, podemos atisbar la plenitud que alcanza en lo que Jesús llama el Reino de Dios. De esto nos habla la parábola del evangelio de hoy ( Mt.22,1-14). Con la imagen de un banquete de bodas, Jesús nos dice que la vida alcanza su plenitud cuando las personas aprenden a tratarse con amor y con fidelidad. Si observamos el relato, veremos que las personas invitadas al banquete, se excusaron de asistir, aduciendo razones de trabajo por estar muy ocupados en sus negocios. Esta situación se da a menudo en la vida de todos nosotros. ¿Cuántas veces no nos ha sucedido que le damos prioridad absoluta al trabajo, y decimos “no tengo tiempo, tengo muchas cosas que hacer”, en vez de darnos un espacio de encuentro y conversación con nuestros seres queridos, para cultivar relaciones familiares y estar juntos sin otra razón que la de querer disfrutar de la calidez de un encuentro gratuito?. El banquete es una metáfora de la alegría y la dimensión festiva de la vida que debiera darse en todos nosotros, pero a veces somos como los personajes de la parábola que al rechazar la invitación a la fiesta, rechazan la invitación a vivir una vida más plena, abierta al crecimiento no solo de las destrezas funcionales de un oficio o profesión, sino sobre todo abierta al crecimiento de la capacidad de amar, valorar, sentir, confiar y compartir. Esto es vivir. Todo lo que hagamos por cultivar este tipo de espacios en nuestra vida, anticipa el banquete del Reino al que alude la parábola. Si aún no hemos encontrado un ritmo de vida equilibrado, para no deshumanizarnos como personas ni desvanecer nuestras convicciones de fe, entonces, es tal vez el momento de pararnos en una esquina de la vida, y disponer nuestro oído, para escuchar la voz de ese rey que es el Señor, y que como el de la parábola, no quiere privar a nadie de la posibilidad de vivir en alegría y ser feliz, celebrando todo lo bueno que nos brinda la vida. Por eso, ante el peligro de que los ídolos de este mundo nos maten el alma, acerquémonos a Jesús que nos acoge y nos llama a cultivar entre nosotros la dimensión festiva de la vida, para vivirla en alegría. Fr. Miguel Angel Ríos op.

30 de septiembre de 2008

XXVII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 21,33-43. Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?". Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos".

"LA VIÑA DEL SEÑOR". Hoy nos encontramos con la parábola de los viñadores asesinos (Mt.21,33-46). Por medio de ella, Jesús denuncia el clima hostil en su contra, provocado por los sacerdotes y fariseos que planificaban matarlo. El relato se hilvana a partir de un hombre que decide plantar una viña, cuidándola con todo esmero. Cultivar una viña exige un cuidado especial, permanente y casi exclusivo. Por lo mismo quien cuida una viña con esmero, espera un resultado proporcional a sus sacrificios respecto a los frutos a obtener. Jesús toma este trabajo como un símbolo de lo que es la comunidad cristiana y el Reino de Dios. Por la misma razón, antes de Jesús, los profetas compararon al pueblo de Dios con una viña y a Dios con el dueño de una viña. Con el mismo esmero con que trata un viñador a su viña, así también trata Dios a su pueblo, esperando recoger en capacidad de amor y fidelidad los frutos de su cuidado. Hoy día la viña somos nosotros, y nuestro dueño es el Señor que nos trata con todo el esmero y el cariño necesario para que produzcamos frutos de alegría, justicia, perdón, y amor. El sentido de nuestra vida es trabajar para producir y cuidar estos frutos de modo que ellos alimenten la capacidad de amar y ser justos con todos. Desde esta perspectiva, la imagen de la viña es una imagen simbólica de la vida de todo grupo humano y puede aplicarse en sentido amplio a toda sociedad que se plantea la vida en clave de amor, servicio y solidaridad. Se trata de la vida vivida en clave de don y de entrega. Siendo nuestra vida como una viña con capacidad de dar buen fruto, es oportuno a la luz de esta parábola del Señor, revisar las motivaciones y la calidad de nuestra convivencia en la viña que es mi familia, en la viña que es nuestro país. ¿Con qué intenciones trabajo? ¿Para quién trabajo?. Si lo hago solo para mí y sólo para tener más dinero, a lo mejor sacrifico la vida de quienes están en mi entorno social y familiar y me estoy pareciendo a esos viñadores de la parábola que buscaban quedarse con la herencia material, aunque fuera a costa de la vida de otros trabajadores y hasta del hijo del propietario de la viña. De este modo no sólo deterioramos la vida humana, sino que también nos alejamos de la vida en Dios. El fruto del trabajo en familia y en sociedad nos pertenece a todos. De ahí la importancia del respeto por el bien común. Este es el rostro de esa dimensión trascendente en todo grupo humano, a través del cual quienes somos cristianos podemos descubrir a Dios, el dueño de la viña que es nuestra vida. Fr. Miguel Angel Ríos op.

21 de septiembre de 2008

XXV DOMINGO ORDINARIO.

Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".

LOS OBREROS DE LA ÚLTIMA HORA. Hoy el evangelio nos presenta la parábola de los obreros que habiendo sido contratados solo al final de la jornada, recibieron igual paga que los que habían trabajado la jornada entera (Mt.20,1-16). A primera vista, según los criterios humanos, parece injusto que los que trabajaron más horas no reciban una paga superior. Esta es la mentalidad representada por los obreros que en el relato, reclaman al patrón la aparente injusticia al no pagarles más que a los que trabajaron solo una parte de la jornada. El patrón, dueño de la viña, hace ver entonces a los jornaleros, que no está siendo injusto, puesto que en cuanto al dinero a pagarles, está respetando el trato que hizo con ellos al momento de iniciar la jornada. Lo acordado fue la cantidad de dinero necesaria para cubrir los gastos del día; es decir, les pagó lo necesario para poder vivir un día; en ese sentido es un pago justo. Precisamente lo central del mensaje de la parábola está contenido en la desigualdad de horas de trabajo entre los obreros y el pago de la misma cantidad de dinero para todos sin tomar en cuenta que unos obreros trabajaron mayor cantidad de horas que otros. El criterio de justicia empleado por el dueño de la viña para pagar el trabajo, no fue solo el de la cantidad de horas trabajadas, ni tampoco sólo el de la calidad del trabajo realizado, sino el criterio de lo necesario para vivir. En ese sentido el personaje de la parábola en su rol de patrón, es justo, porque aunque los últimos obreros contratados no trabajaron toda la jornada, les pagó el jornal necesario para vivir un día completo. Pagarles menos era dejarlos en una situación de carencia de lo necesario para vivir un día. Pero el alcance de la actitud del patrón de la parábola va más allá, porque refleja una justicia basada no sólo en los criterios y leyes humanas, sino una justicia basada en el amor. Es así como el personaje del patrón, refleja la actitud de Dios que actúa con justicia, porque actúa con amor por los que están más necesitados, como pueden ser, por ejemplo, todas las personas que carecen de una fuente de trabajo. Para los obreros que habiendo salido a buscar trabajo no lo encontraron sino al final del día, la paga de un jornal completo significa el fruto del esfuerzo por buscar trabajo estando parados la mayor parte del día. La paga de una jornal completo, es también el fruto de la actitud solidaria de un patrón justo, sensible a las necesidades de los sin trabajo. La paga de un jornal completo, representan también en el relato, el fruto de la acción de Dios, que actuando siempre con justicia y amor, le da a la vida de todo ser humano, una dimensión de gratuidad y bendición, al regalarnos lo necesario para vivir, sobre todo cuando a pesar de nuestros esfuerzos, topamos con nuestros límites humanos, sin poder producir por nuestros propios medios todo lo que necesitamos para la vida. Siempre actual, el mensaje de esta parábola pone de nuevo sobre el tapete de nuestra vida, el tema del salario mínimo ético y la necesidad de cultivar un sentido de justicia que vaya más allá del cumplimiento de normas, para llegar a un sentido de justicia motivado por amor a la vida y las personas. Así la solidaridad nos permite vivenciar en situaciones de carencia y pobreza la dimensión de gratuidad de la vida, en la cual se manifiesta el amor, la justicia y la solidaridad de Dios con nosotros. Fr. Miguel Angel Ríos op.

XXIV DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".
“TEN PACIENCIA Y TE LO PAGARÉ TODO”. “Ten paciencia y te lo pagaré todo” le dice un empleado a su patrón, ante la imposibilidad de pagarle de inmediato la deuda de una fuerte suma de dinero. Esta es la situación descrita por Jesús en una de sus parábolas, para ilustrar la necesidad de perdonar a quien después de habernos ofendido, reconoce su falta y manifiesta la intención de reparar el daño cometido(Mt.18,21-35). Según el relato, el patrón escuchó al empleado, y al ver que la única manera de ajustar las cuentas era vendiéndolo a él, a su esposa y a sus hijos, prefirió perdonarle la deuda para salvar la vida personal y familiar de ese empleado. El relato agrega que el empleado al salir de la casa del patrón encontró a un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad de dinero, pero no fue capaz de hacer con su compañero, lo mismo que hizo con él su patrón, y ante la deuda de una suma insignificante de dinero, el empleado se empecinó en exigir que se la pagara, a pesar de que el compañero le pidió lo mismo que él antes había implorado a su patrón:”Ten paciencia y te lo pagaré todo”. Quien dice: “Ten paciencia y te lo pagaré todo”, expresa la intención de reparar el daño cometido, y merece en justicia la confianza y el tiempo que pide. A veces después de cometer un abuso, sobre todo en el terreno económico, huimos, nos escondemos, nos justificamos, mentimos, o nos enojamos y agredimos más todavía. Jesús nos invita a asumir con sinceridad nuestras faltas. Esta actitud nos da derecho, siempre y cuando sea con sinceridad, para a decir: “Ten paciencia y te lo pagaré todo”. Muchas veces ante una agresión reaccionamos con violencia, con rencor y venganza; Jesús nos invita a reaccionar frente al agresor en forma no violenta, pacientes, y compasivos, sobre todo si nos pide tiempo para reparar el daño hecho. Perdonar, es abrirnos a la justicia de Dios que es el único capaz de juzgar sin condenar, porque nos juzga con su Amor. Si reaccionamos así, salvaremos muchas relaciones familiares, laborales y sociales, que de otro modo por causa de nuestros abusos y violencias se pueden truncar para siempre. Fr. Miguel Angel Ríos op.

XXIII DOMINGO ORDINARIO

LA PEDAGOGÍA DEL PERDÓN.
La mayor prueba de amor que dos personas, una familia, una comunidad o un grupo social viven, es la del perdón, cuando las relaciones humanas se ven sometidas al daño de la violencia, la mentira, la infidelidad, el rencor y la desconfianza. Cuando se producen situaciones de este tipo, el amor se resiente, se daña, pero no se acaba. En esas circunstancias, el amor adquiere la forma del perdón hacia la persona que ha provocado un daño; también por parte del agresor, a veces se toma la iniciativa de pedir perdón, pero eso no es así siempre. Aquí es donde el perdón requiere toda una pedagogía, como la que Jesús propone en el evangelio de hoy (Mt.18,15-20). El Señor aconseja tres pasos en el proceso de solución de un conflicto de convivencia comunitario. Primero, se trata de motivar al hermano/a, para que cambie de actitud, haciendo esto en forma personal y privada, para no dejarlo mal frente a los demás, de modo que no se dañe su dignidad como persona. Si esta instancia no da resultado, entonces es necesario hacerle ver su mala conducta en presencia de dos testigos. Si esta instancia tampoco da buen resultado, entonces el paso siguiente es someter el caso al juicio de la comunidad. Si en esta última instancia la persona se niega a reconciliarse, entonces ya no es digno de ser considerado como miembro de la comunidad. Siendo urgente en nuestra sociedad actual cuidar la paz, es también urgente cultivar actitudes de respeto y discreción en medio de conflictos de relaciones humanas, de modo que no dañemos la dignidad de nadie, sino por el contrario, dejemos siempre una puerta abierta, para reencontrarnos como amigos, hermanos y miembros de una misma sociedad. Resulta de gran actualidad el mensaje de Jesús a este respecto y su pedagogía del perdón, cuando en la actualidad vamos poco a poco perdiendo cada vez más el sentido del respeto por la intimidad y la dignidad de las personas, hasta llegar al punto en que nos encontramos con síntomas que hacen pensar que hemos perdido el criterio que nos permite discernir el ámbito público y el íntimo. No se trata de ocultar la verdad, sino de darla a conocer cuidando no denigrar ni humillar a nadie. Fr. Miguel Angel Ríos op.

30 de agosto de 2008

XXII DOMINGO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 16,21-27.
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

¿DE QUÉ SIRVE GANAR EL MUNDO ENTERO SI SE PIERDE LA VIDA? De qué le sirve la hombre ganar el mundo entero si él mismo se pierde?.(Mt.16,21-27). Es la pregunta que Jesús plantea a sus discípulos después de anunciarles que va a sufrir mucho por causa de los poderosos de su tiempo. Jesús comprende que su Pasión forma parte de la misión que le ha encomendado Dios Padre. El sufrimiento, el dolor y la muerte, se transforman en camino de redención, sólo si son asumidos por la plenitud de vida en el amor que nos trae Jesús Mesías. Pero Pedro, al igual que muchos de nosotros hoy, no percibe el alcance de las Palabras del Señor y rechaza la Pasión de su Maestro, porque no comprende su valor fecundo. La pregunta de Jesús es de actualidad para nosotros, inmersos en una cultura que evade y oculta el sufrimiento, el dolor y la muerte. Hoy los que cuentan socialmente son las mujeres y los hombres triunfadores en los negocios, la universidad, la vida social, el deporte y tantas otras áreas de la vida. Imponen su presencia sobre el resto de las personas, quienes hablan fuerte y golpean duro. Los modelos de felicidad de nuestra sociedad actual se identifican con quienes ocupan los primeros puestos. Se nos ofrecen muchas cosas, creyendo ilusoriamente que al poseer el mundo vamos a descubrir la clave de la vida. La competencia para triunfar y sobresalir hoy día es dura e inhumana. Se lucha y se sufre a cualquier precio para lograr metas de superación en ventas, en eficiencia laboral y profesional. Y todo esto ¿para qué?. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?. Los ritmos de trabajo agobian a las personas en su vida personal y social, perdiendo su sentido como medio para vivir y transformándose en finalidad de vida. Hay en esta situación sufrimientos que nos destruyen, haciéndonos perder el horizonte de la vida y la libertad. Jesús nos invita a descubrir sufrimientos que fortalecen nuestra vida. Son aquellos por causa del amor, cuando luchamos por ser fieles, honestos, justos, solidarios, tolerantes. Por todo esto, viene al caso que nos hagamos la pregunta de Jesús: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su vida?. Jesús nos invita con sencillez a tener la valentía de jugarnos por algo que en verdad no nos deje vacíos: Dar la vida por amor, aunque eso duela. Fr. Miguel Ángel Ríos op.

21 de agosto de 2008

XXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 16,13-20. Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?
Hoy Jesús nos plantea dos preguntas medulares (Mt. 16,13-20), las mismas que en su tiempo planteó a sus discípulos: Primero, “¿Quién dice la gente que soy yo?”, y a continuación,“Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. Son dos preguntas pedagógicas. El Señor quiere aclarar las confusiones respecto a su identidad, porque esto influye en el sentido de la vida y las motivaciones de quienes le descubren y le siguen. Las opiniones respecto a Jesús en su época, fueron variadas y confusas. Para algunos era Juan el Bautista, para otros era Jeremías o alguno de los profetas. Entre sus seguidores, las cosas tampoco estaban tan claras, solo Pedro, movido por la acción de Dios Padre, responde acertadamente, diciendo: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”, es decir, Jesús es el que tiene con Dios una relación filial que le permite realizar la misión de ser el Salvador, llevando a todos los seres humanos, a una plenitud de vida. Es interesante ver que inmediatamente después que Pedro ha dicho esto con una profunda lucidez y convicción, Jesús le dice con toda claridad: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, es decir, le hace ver que su misión como discípulo y apóstol, es ser la piedra viva sobre la cual se construya, no un edificio de albañilería, sino la Iglesia que es la comunidad de personas convocadas por la fe en la Palabra y la Persona de Cristo.
Hoy día hay opiniones muy diversas respecto a Jesús, y algunos tal vez ya no se preocupan de Él o acallan su voz. ¿Quién es Jesús para mí?. El Señor, quiere aclarar nuestra desorientación en medio de la búsqueda de sentido para nuestra vida, sobre todo cuando se hace presente en medio de nuestro diario vivir y no somos capaces de percibirlo. A veces somos nosotros mismos los cristianos, quienes no hemos sabido dar una buena respuesta a la pregunta de Jesús, y terminamos pensando como la gente que se deja llevar por ideas esotéricas en su búsqueda de Dios. ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién dicen ustedes que soy yo?. Estas preguntas nos plantean un desafío y una misión en el mundo de hoy. Responderlas nos llevará necesariamente a la respuesta por nuestra propia identidad y nuestro sentido de vida como comunidad creyente, unida a Cristo e inserta en el corazón del mundo.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

16 de agosto de 2008

XX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 15,21-28. Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!". Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!". Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.
¡MUJER QUÉ GRANDE ES TU FE!
El Evangelio de este Domingo (Mt.15,21-28), escrito en el contexto de la primera comunidad cristiana, pone en boca de Jesús lo que pensaban los primeros cristianos provenientes del judaísmo. Por eso, Jesús aparece con rasgos de pensamiento nacionalista, indiferente, y hasta podríamos pensar despreciativo, frente a la súplica de una mujer que no pertenece al pueblo de Israel, una cananea que tiene una hija poseída por un mal espíritu. Es una extranjera desde todo punto de vista: geográfico, recial y religioso, pues no comparte la fe institucional del pueblo de Israel. Pero esta mujer, a pesar de las condiciones en las que la sociedad de su época y la mentalidad de los primeros cristianos la sitúa, no cesa de gritar insistentemente, pidiéndole a Jesús que haga algo por su hija enferma. El Señor no puede hacer caso omiso de sus gritos, le presta atención, y queda admirado de su gran fe. En seguida le concede lo que le pide.
Esta mujer cananea, nos da ejemplo al buscar la acción de Jesús motivada por el amor a su hija y por la convicción de que el Señor puede hacer algo por la vida de ella. Así también Jesús puede actuar en nosotros restableciéndonos la salud integral de nuestra vida. También esta mujer es un ejemplo de esperanza, al insistir pediendo a gritos la ayuda del Señor para su hija a pesar de que Él no le responde de inmediato. La cananea, es también ejemplo de humildad, al asumir la realidad de ser tratada como una extraña, pero sin que esto le impida acercarse a Jesús y pedirle lo que necesita con dignidad y respeto.
Este episodio nos muestra que la Buena Nueva del Reino no solo está destinada para un grupo de personas con una determinada condición, sino que es un regalo destinado a todo aquel que quiera acogerlo con fe en el Señor. Ante el Señor somos todos iguales, con la misma dignidad. La única condición para pertenecer a la comunidad cristiana, es tener fe en Jesucristo. Y este es también un criterio de crecimiento de la calidad de vida no solo de una comunidad cristiana, sino de la de cualquier grupo humano. ¿Cómo anda nuestra fe? ¿Cómo anda nuestra capacidad de confianza mutua?.
Crecemos en dignidad y calidad de vida, no cuando absolutizamos en forma fanática e intransigente normas, principios doctrinales o prejuicios morales excluyentes, sino cuando nos abrimos al misterio de la vida humana desde el amor, para tratarnos y sentirnos como hermanos por sobre todas nuestras diferencias.
Fr. Miguel Angel Ríos op.

14 de agosto de 2008

XIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 14, 22-33.
En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".
LA TEMPESTAD CALMADA
Después de sanar enfermos y dar de comer a más de cinco mil personas, Jesús manda a sus discípulos que se embarquen y atraviesen el lago a la otra orilla. Mientras tanto él, una vez a solas, se va a una montaña para orar. El Señor se las arregla para no dejar sin atención a quienes lo necesitan, pero tampoco descuida sus necesidades personales, como por ejemplo la necesidad de oración. Y estando en diálogo íntimo con Dios Padre, nuevamente otra necesidad lo hace ir hacia quienes están en apuros. Esta vez se trata de sus discípulos, asustados porque una tempestad desatada en el lago de Galilea, hace difícil la navegación con el viento en contra. Este es el episodio que nos relata el evangelio de hoy (Mt.14,22-33). El relato se desarrolla precisando que Jesús acudió en ayuda de sus discípulos y al momento de aparecérseles, ellos se asustaron al confundirlo con un fantasma, el miedo les impide ver la realidad objetivamente. Pedro para comprobar que el aparecido es realmente el Señor, le pide poder para avanzar hacia él caminando sobre las aguas del lago. Jesús entonces le manda bajar de la barca y avanzar hacia él. Debido a sus dudas, Pedro comienza a hundirse y al pedir auxilio, Jesús lo rescata, increpándolo por su poca fe y preguntándole por qué dudó. El relato termina diciendo que después que Jesús y Pedro subieron a la barca el temporal amainó y todos los discípulos se postraron ante el Señor, reconociéndolo como Hijo de Dios.
La barca en medio de la tempestad del lago, es el símbolo de lo que es nuestra vida tanto en su dimensión comunitaria eclesial, como en la dimensión comunitaria familiar y social. Así como le sucedió al grupo de los discípulos de Jesús, a nosotros también nos toca a veces navegar en medio de dificultades y tempestades de todo tipo. El ejemplo del Señor es iluminador para nosotros, desde el momento en que entre tempestad y tempestad, sabe aprovechar los espacios de tiempo, para orar y meditar, encontrando en Dios Padre la fuente de su fe, esperanza y amor, para salir adelante en todas las dificultades. Es bueno que nos preguntemos a este respecto cómo manejamos nosotros los espacios de tiempo en calma que transcurren entre “tempestad y tempestad” en nuestra vida.
Este episodio nos transmite también esperanza, al mostrarnos que el Señor puede calmar todas nuestras tempestades. Igual como en el caso de los discípulos, el poder del amor de Jesús puede transformar el sentido de nuestros sufrimientos, convirtiéndolos en situaciones que nos lleven a profundizar la certeza de fe que nos dice que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios y nuestro Salvador. Con Él a bordo de nuestra vida, el desafío es profundizar y acrecentar nuestra fe, para no hundirnos en los problemas, sino por el contrario asumirlos, solucionarlos o neutralizarlos, sin perder el rumbo del itinerario de viaje, ni la capacidad de mirar nuestra realidad en forma objetiva.
Fr. Miguel Angel Ríos op.